El humor en la prensa venezolana: La risa se desnuda

El libro “La risa se desnuda” pone en el sillón de los entrevistados a los más destacados escritores, periodistas y artistas plásticos que durante el siglo XX cultivaron el humor en la prensa venezolana

Era un mundo sin Facebook ni Twitter. Ni en sueños se asomaba la existencia de cámaras con teléfono celular, ni de aplicaciones que mostraran las fotos del gato recién salido de la bañera.
Hace un par de décadas, en medio de un caos muy diferente al caos actual, realicé estas entrevistas con los más destacados escritores, periodistas y artistas plásticos venezolanos que, durante un largo tramo del siglo XX, cultivaron el humoris en la prensa venezolana.
Desde entonces, no solo llegaron nuevas tribunas —las redes sociales son ahora la casa sin paredes donde mejor habita el humorista—, sino que también el escenario político cambió de manera imposible de resumir en estas pocas líneas.
Así y todo, no deja de sorprender cómo las respuestas sobre el humorismo ofrecidas por estos geniales entrevistados mantienen la vigencia de cuando fueron vertidas en la grabadora del entrevistador.

Humorismo sin definición

Pese a las muchas páginas compuestas en su nombre, el humorismo no da aún con una definición enteramente redonda, totalizadora, tal como corresponde a todo misterio del espíritu que se respete.
Lo único cierto es que el humor en la prensa venezolana siempre ha sido un insubordinado que gusta desde criticar la convención social que prohíbe pedorrearse en los ascensores, hasta el grito acusador que sobrevuela entre la multitud: ¡la diputada está desnuda!, quién lo diría… si recién acaba de engancharse rolo de comisiones.
Alrededor de este último cauce del humorismo se han librado las mayores controversias: desde siempre las arbitrariedades de los poderes político y económico figuraron en la línea de fuego del periodismo. Venezuela no escapó de la saludable tendencia.

Un canal para la subversión

En tiempos de la guerra independentista, el humorismo fue un arma empuñada tanto por patriotas como por partidarios de la corona española.
Años luego, cuando aquel 9 de marzo de 1884 apareció en la última página de la publicación El Relámpago Azul la caricatura de un caimán que trenzaba entre sus fauces el desarrollo de la agricultura venezolana, en alegoría a la política agraria del Banco Nacional, muchos advirtieron en tal ocurrencia la apertura de un humorismo que hallaría en los medios impresos un canal para la subversión.
Durante el primer tercio del siglo XX, la nómina del humorismo (Maximiliano Lorens, Leoncio Martínez, Aquiles Nazoa, Kotepa Delgado) padeció calabozo como consecuencia del ejercicio de una saña que tan bien define la periodista Mibelis Acevedo en su texto Humor en Venezuela, la historia no oficial:
«Cuando la represión se traduce en una férrea censura a la prensa y a la libertad de expresión, nuestro humor se abriga en la clandestinidad y concibe métodos más elaborados en función de su objetivo. El advenimiento de la democracia y la vuelta hacia los principios del diarismo de interés general, en pleno predominio de la doctrina de la objetividad, producen un tipo de humor que no elude la realidad política y social del momento, localista, asentado en la alusión directa que tiene sus orígenes en la lucha tenaz contra el convencionalismo, los dogmas del conformismo, lo sofisticado, el abuso del poder».

«Los humosistas no esperan que las cosas cambien»

Para seguir vampirizándonos el texto de Mibelis aunque ahora por razones de haraganería, decimos con ella que «la certeza del humor ha servido como elemento de reinterpretación del acontecer político nacional en virtud de su ascendiente como recurso de opinión, lectura de los hechos, recurso de expresión de la opinión pública y evaluación de las acciones derivadas del ejercicio del poder. En este sentido, la evolución del humor ha respondido a los estímulos que le ha proporcionado el entorno social en que se ha desarrollado».
Aunque un matiz se le escapa de las manos a la licenciada Acevedo: no toma en cuenta la risueña ironía de la respuesta dada por Aquiles Nazoa cuando se le preguntó sobre a cuál blanco apuntarían los humoristas ahora que los adecos habían sido desplazados del poder. «Por esa razón estamos tristes —contestó Nazoa—, ya no tenemos a quién atacar».
El periodista Sebastián de la Nuez ponderó esa respuesta en su artículo El antihumor de la ciudad, donde propuso uno de los tantos dilemas a ¿resolver? en las páginas siguientes: «En realidad, los humoristas no esperan que las cosas cambien y mejoren —afirma de la Nuez—, porque así muere su fuente de creación».

¿El humor en la prensa venezolana fue oportunista?

¿Tiene cabida en el humorista una postura hipócrita al momento de atacar al poder? Si quien se burla del hostigador obtiene de inmediato la aprobación de los hostigados, surge la duda, ¿está teñido el humorismo político de cierto cariz oportunista? ¿Muchos de nuestros humoristas del siglo pasado utilizaron el humor solo como otra herramienta de la militancia y la lucha ideológica? ¿Pueden medirse las luchas ganadas por el humorismo en esa refriega?
Pretender una respuesta más o menos rigurosa exigía convocar a las voces cuestionadas, cederles la palabra en una polémica donde en ocasiones coinciden pero en otras se refutan, con el beneficio para el lector de elegir aliados u opositores de sus propias reflexiones.
Esa es la intención de este libro, del que, entre los muchísimos reproches que de seguro recibirá, adelanto el señalamiento de subjetividad en la escogencia de las personalidades entrevistadas. Quizá así sea. Es más, así es; pero la trayectoria de los entrevistados conjura cualquier indicio de arbitrariedad en la elección y, de no ser suficiente con ese criterio, tendré que echar mano del odioso método de la comparación de talentos para justificar la exclusión, plenamente consciente, de entrevistados potenciales.
Cumplido un buen trecho de la primera edición de La risa se desnuda (Comala, 2001), ya partieron muchos de los personajes entrevistados que tan bien cultivaron el humor en la prensa venezolana durante parte del siglo anterior. Sus agudeza y gracia no han conseguido hasta hoy suplentes que calcen sus mismos zapatos —los genios son irremplazables—.
Otros permanecen inamovibles en sus principios; y hay hasta quien pasó de publicar en la prensa deliciosas y punzantes crónicas, a redactar el texto más aparentemente serio que pueda concebir una nación, la Carta Magna.
El tiempo también juega sus bromas.

La risa se desnuda humorista

Lee el texto completo y muchas entrevistas más con reconocidos humoristas de la prensa venezolana, en mi libro La risa se desnuda, disponible en versión papel y digital.

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Castor Carmona Editor Mi Infoproducto

Periodista egresado de la Universidad del Zulia (LUZ) y comunicador visual. Diplomado en Marketing de Empresas por la Universidad Central de Venezuela. Gerente de Escarpia Producciones y creador de miinfoproducto.com. Autor de los libros La risa se desnuda, Crónicas de lo crónico, El Manual de la Malicia.

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