Aníbal Nazoa: La subversión no acaba

El humorista venezolano Aníbal Nazoa, entrevistado en el libro La risa se desnuda, de Cástor E. Carmona

Bajito. Canoso. Silueta ligeramente doblada por el fuerte viento que llega a sus espaldas. En apariencia frágil, casi uno de esos ancianitos de porcelana con que nuestras abuelas decoraban la mesitas de la sala. Este señor que en el jardín de su casa aparta las hojas secas de los helechos, es el mismo que define Ildemaro Torres en su texto El Humorismo Gráfico en Venezuela, como «uno de los humoristas de prosa más culta que ha tenido Venezuela y uno de los más certeros por su agudeza y la fluidez de su escritura».
Aníbal Nazoa (Caracas, 1929-2001) llegó al mundo en aquella hoy liquidada capital del primer tercio de siglo XX, para convertirse en cronista de lo bueno y lo malo de una ciudad que creció también dentro de su tintero.
Integrante del equipo redactor de El Morrocoy Azul, Tocador de Señoras, Dominguito, Una señora en Apuros, La Pava Macha; autor de Obras incompletas, Las artes y los oficios, La palabra de hoy, entre otros textos, colaborador de los principales periódicos del país, el hecho de ser hermano de Aquiles no le impidió alcanzar estatura propia y proporcionarle al apellido Nazoa mayor cadencia histórica.

Aníbal Nazoa


— De buenas a primeras, ¿cuál ha sido el mayor defecto del humorismo que se hace aquí?
— Son tantos que se me hace dificilísimo citar el peor. Quizá sea su poca capacidad de defensa, su timidez. Siendo víctima permanente de los ataques del estatus, el humorismo como tal no ha sabido defenderse de esas agresiones. No existe un frente organizado. Aquí el humorista anda a pecho pelao, le falta combatividad, conciencia gremial, corporativa. Pero todo eso forma parte de una inconsistencia ideológica y de falta de coherencia y de autoestima.
— Ha declarado en muchas oportunidades que, en comparación con Venezuela, pocos países muestran tal cantidad de publicaciones humorísticas. ¿No es eso un indicio del papel que ha desarrollado aquí la risa?
— En comparación con la cantidad de publicaciones humorísticas que ha habido en el país, lo que ha escaseado es el número de periódicos denominados serios. En Venezuela sorprende la cantidad de intelectuales que, de una u otra manera, incursionan en el humor.
Aquí no existe una división que separe a los intelectuales en un apartado de «disquisiciones trascendentes». Hay un dicho cierto según el cual para ser escritor se debe poseer sentido de humor. Para confirmar esto, durante la época colonial el primer escritor venezolano que se pueda llamar escritor fue un escritor humorístico.
— No obstante, esta tendencia no se observa de manera definitiva en las nuevas generaciones de escritores.
— Podemos citar la falta de libertad de expresión, pero de libertad de expresión por parte nuestra, como gremio. Existe una gran cantidad de humoristas a la que no se le brinda oportunidad, que están por allí, dispersos, sin lograr dónde expresarse. En nuestras grandes ciudades existe un tremendo movimiento musical, teatral, muralístico, y dentro de esos movimientos hay un número inmenso de magníficos humoristas que la gente desconoce porque ellos se expresan aisladamente. No van a la televisión, a la radio, a los periódicos. Faltan canales, apoyo, por lo que debemos buscar la manera para que todo ese movimiento saque la cabeza, tenga dónde expresarse. Me consta que son continuas las actividades dentro del humor, pero resulta que la realidad, así sea tratándose del humor, es una cosa muy seria.
Antes se hacía una publicación con tres reales, el capital inicial de El Morrocoy Azul fue de tan solo 3 000 bolívares. Hoy una hojita parroquial cuesta un millón. No hay plata. ¿Y por qué no hay plata? Porque quienes la tienen no se la van a donar al enemigo: no hay empresarios que quieran invertir en el humor verdadero, pues ellos serían los primeros en ingresar a la línea de fuego. Puede que un grupo económico te financie uno que otro ensayo, pero sometiéndolo a grandes limitaciones en su línea editorial. La presión económica es tan grande que se necesita demasiado real y, por ahora, la pelea la están ganando los cómicos de la televisión.


Válvula de escape


— ¿Cree en la tesis según la cual el sentido del humor del venezolano parte de su mezcla racial? El leonés es identificado por los historiadores como un sujeto de labia implícita; el afroamericano, como imaginativo y burlón, el…
— Es que Venezuela es un país caribeño, y el temperamento caribeño es muy dado al humor. En esos peladeros de Bolivia no es tan fácil divertirse.
— ¿Entonces influye también lo geográfico?
— Podría ser. Pero hay un hecho vinculante: el humor, en todas las regiones del mundo, es la primera válvula de escape que la gente encuentra para las situaciones de presión. Todo país sometido a una dictadura, por ejemplo, busca respirar a través del humor, y por eso las dictaduras producen mayor cantidad de chistecitos.
Aunque en esto Venezuela es un caso excepcional: somos el único país de Latinoamérica donde la democracia ha logrado producir más chistes que la más vil dictadura. Si uno repasa los años de democracia, resulta que en un mes se inventan más bromas que las producidas durante los veintisiete años de la dictadura gomezcista.

Los payasos de la televisión

— Hablaba hace poco, y de manera despectiva, sobre los cómicos de la televisión… ¿cuáles diferencias establecería entre lo risible, lo cómico y lo genuinamente humorístico?
— Ese es uno de los eternos temas cuando se habla del humor. Hay una cantidad de conceptos que se confunden: lo cómico, lo risible, lo irónico, lo sardónico, lo satírico… términos que, por lo regular, se manejan erróneamente, resultando beneficiado lo menos humorístico que existe en el mundo, los payasos de la televisión. El humor es compromiso y verdad. Quien lo practica tiene que proclamar esa verdad, comprometerse a enfrentar las situaciones.
Hay una gran diferencia entre quien se compromete con la gente y el que solo intenta congraciarse con ella. Lo indignante del asunto es que a este último es al que se le llama humorista, con programas de televisión multimillonarios y gran rating; mientras, por carecer de publicaciones humorísticas consistentes donde residenciarse, el humorista ha tenido que ir a dar a la gran prensa. No es lo mismo una publicación exclusivamente humorística que una columna en los periódicos. En este último espacio, el humor queda aplastado por el contenido del resto de las páginas.
— ¿Los encartados humorísticos son una alternativa?
— Los encartados también llevan una línea de restricción bien marcada que no se compagina con la irreverencia de las publicaciones que han existido en la historia del humorismo. Otra cosa: siempre se ha dicho que en Venezuela los humoristas son altamente apreciados, pero ese amor no se manifiesta en una buena remuneración. En eso el humor se parece al crimen: no paga. De allí una las razones del porqué el humor es calificado de género menor. Para no recompensarlo como se merece.
— ¿Cómo ha sido su experiencia con la censura dentro de esa gran prensa donde, pese a criticarla, ha permanecido por mucho tiempo?
— Sin ninguna novedad: en todos los medios en los que he trabajado he vivido a la sombra de la censura. Existe, y hasta es natural que así sea. Quien tiene los reales invertidos en un asunto los defiende, y gran parte de la lucha del humorismo ha sido evadir esa censura. Pero la propia es la mayor censura de la que debemos cuidarnos. Muchas veces escribo una cosa y me pongo a releerla para ver si no me autocensuré ¿Sabes qué me aterroriza? La autocensura. Esa que exclusivamente afecta la ética profesional y personal. Por ello he optado por escribir sin restricciones. Si me van a censurar, que me censuren otros. No yo. Quizás el texto no sale, pero ¡ah vaina!, a lo mejor sí. Y no te queda el remordimiento de haberte amarrado la lengua.

La risa se desnuda humorista

Lee el texto completo y muchas entrevistas más con reconocidos humoristas de la prensa venezolana, en mi libro La risa se desnuda, disponible en versión papel y digital.

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Castor Carmona Editor Mi Infoproducto

Periodista egresado de la Universidad del Zulia (LUZ) y comunicador visual. Diplomado en Marketing de Empresas por la Universidad Central de Venezuela. Gerente de Escarpia Producciones y creador de miinfoproducto.com. Autor de los libros La risa se desnuda, Crónicas de lo crónico, El Manual de la Malicia.

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