Trabajar desde casa

Las ventajas de trabajar desde casa atraen a muchos aspirantes. Pero te advierto una cosa: en el paraíso también se sufre

Las ventajas de trabajar desde casa atraen cada vez a mayor número de aspirantes: no se es víctima de los chismorreos de la recepcionista, de los atascos vehiculares o los empujones en el metro, más las regaños del personal de informática tras sorprenderte mientras te comes un sanduchito sobre el teclado. Pero te advierto una cosa: en el paraíso también se sufre.

Abundan los mitos alrededor de trabajar desde casa. Se piensa ingenuamente que el freelancer no tiene jefe. Falso de toda falsedad: cada cliente que contrata sus servicios hace de patrón; y si el «negocio» prospera, tu espalda sufrirá el látigo de varios capataces simultáneos, muchos de los cuales querrán caer de sopetón en la «oficina» justo cuando sobre el lavaplatos se eleva un rascacielos de ollas percudidas.

Trabajar desde casa

La línea blanca conspira en tu contra

Cerca está la nevera repleta de cervezas y de las sobras de anoche, que si te descuidas terminas alcohólico y con la silueta de Alfred Hitchcock. Hasta el televisor seduce groseramente y si no cuentas con una entereza bíblica terminarás enganchado al bloque dramático de telenovelas vespertinas o a ese episodio de El Chavo que no viste de pequeño. Me ha pasad que dan las siete de la noche y el único logro de la faena lo constituyen las llamadas telefónicas para pedir artículos promocionados en infomerciales.

La cama es la encarnación de la perversidad. Allí, a la mano, tendida como una chica fácil, te susurra cada vez que pasas junto a ella: «Yuju, epa, tú, siente la suavidad de estas almohadas, la suavidad de las sábanas recién puestas. Vamos, no seas así echa un siestita. ¡Nadie te está viendo!». Es el mismísimo Satán bajo la funda.

En la increíble circunstancia de que seas responsable, recorres los pocos metros que separan la habitación de la mesa de trabajo, dispuesto a bregar de 9 a 5… para que luego nadie te tome en serio. Porque así te batas como un buey, los amigos preguntan siempre:

—¿Y todavía no has conseguido trabajo?

—Es que yo soy freelancer.

—¿Cómo? ¿«frilaans»? ¡Ah, trabajas en la reconocida fábrica de pasapalos!

—No. Eso es Frito Lay.

«Pobrecito –piensa el otro, con profunda misericordia—. Con lo que se mató estudiando».

Trabajar desde casa es un arma de doble filo

A mitad de la jornada, tu pareja (que sí es alguien serio, trabaja en una compañía trasnacional y hasta recibe cobertura de seguro dental) llama para recordar que metas la ropa a la secadora u otras encomiendas domésticas.

—Ahorita estoy redactando una cotización.

—Pero qué te cuesta, si estás ahí mismo —te sugiere al teléfono.

—También tengo que responder unos correos.

—¿Ujum?… Pero después haces un pastichito para la cena, ¿sí? –dice ella o él, tratando de definir si ese ruido que se escucha de fondo es el llanto de la Chilindrina.

Trabajar desde casa

Cómo ser un freelancer corporativo

Ahora pasemos a consejos prácticos para dejar atrás esa estampa de desocupado que persigue a quien trabaja desde casa. Y es que sacarse un bonito logotipo o llevar a cada cita de trabajo un bolígrafo caro no son las únicas maniobras para que los freelancers y dueños de compañías modestas proyecten una deslumbrante imagen corporativa.

Extraídos de mi experiencia profesional, presento aquí útiles consejos para cautivar a tu clientela, que de ahora en adelante jurará estar a punto de cerrar trato con la mismísima Apple… así operes tu negocio desde el sótano de tu casa o debajo de un puente. Toma nota:

Nunca respondas el teléfono con tu “voz”

Responder las llamadas telefónicas con tu voz revelará que tu “empresa”, ciertamente, solo eres tú. Para evitar esta humillación, el primer paso es comprar un distorsionador de voz de esos que usan los secuestradores en las películas. El aparato debe ofrecer mínimo tres modulaciones para cuando respondas como:

1) empleada responsable de atender la central telefónica,

2) vicepresidente a cuya extensión la empleada responsable de atender la central telefónica redirigió por equivocación la llamada, y

3) secretaria privada con un matiz nasal bastante parecido al de Mayte Delgado. Luego, tras dejar en espera por cinco minutos al impresionado cliente (tenga cerca un reproductor con música de Richard Clayderman para poner de fondo) articula, ahora sí, con tu voz natural: “Buenas, diga…”.

Lleva una tablet a la cita de negocios

Pero si tu presupuesto no te alcanza para adquirir esta herramienta, compra al menos el forro protector y métele adentro una revista vieja o un tomo de la vieja enciclopedia.

Enriquece tu vocabulario

Busca en internet un glosario de gerencia para salpicar la conversación con términos impactantes, tales como “método de venta consultiva”, “benchmarking” o “curva de la demanda primaria”. En mi artículo Hablar como los ejecutivos modernos te doy todas las pistas para este truco.

Trabajar desde casa

Usa casco con visor ahumado

De esos que le tapan completamente el rostro al motorizado, y el cual utilizarás -sin quitártelo ni pronunciar una sola palabra- cuando tengas que hacer de mensajero y entregar alguna correspondencia o paquete a tus clientes.

Culpa al gobierno

Si un cliente insiste en reunirse en la oficina que no tienes porque trabajas desde casa, excúsate argumentando que la clausuró la oficina de impuestos durante el último operativo aplicado a los grandes contribuyentes.

Hazte el inaccesible

Así sea una trasnacional de cerveza o refrescos la que solicite tus servicios, exige un par de semanas para definir con los miembros de tu departamento legal los detalles de la contratación.

Y, por lo que más quieras, nunca, ¡pero jamás! pidas un adelanto económico con el pretexto de que lo necesitas para pagar el boleto del metro o la factura de la electricidad. Y mucho menos llores o abraces al cliente gritando que, gracias a él, ya esta noche no tendrás que acostarte sin cenar.

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Castor Carmona Editor Mi Infoproducto

Periodista egresado de la Universidad del Zulia (LUZ) y comunicador visual. Diplomado en Marketing de Empresas por la Universidad Central de Venezuela. Gerente de Escarpia Producciones y creador de miinfoproducto.com. Autor de los libros La risa se desnuda, Crónicas de lo crónico, El Manual de la Malicia.

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